El presidente del Grupo Energía Bogotá, Juan Ricardo Ortega, habla sobre los retos de la transición energética y la protección del medio ambiente
Cuando Juan Ricardo Ortega fue nombrado presidente del Grupo Energía Bogotá (GEB), el transportador más grande de gas natural y el segundo transmisor más grande de energía, en julio de 2020, trajo un conjunto único de habilidades y experiencias al cargo. Ortega se capacitó en economía, finanzas y matemáticas en la Universidad de los Andes y luego en Yale (quien, a la edad de 54 años, pronto finalizará un PhD. en desarrollo económico). Inició su carrera como economista jefe en la compañía bancaria multinacional BBVA en Bogotá en la década de 1980 pero luego pasó al sector público, cuando fue nombrado asesor económico del entonces presidente Andrés Pastrana.
Ortega siguió desempeñando cargos públicos de alto nivel, como viceministro de hacienda y comercio y secretario de hacienda de Bogotá, así como cátedras en universidades colombianas. Desde 2014 a 2020, trabajó como asesor para el Banco de Desarrollo Interamericano en Washington D.C, pero regresó a Colombia cuando fue nombrado presidente de GEB. Se unió en un momento crítico, ya que la compañía de 125 años expande su portafolio para incluir energía renovable no convencional y aumenta su presencia en Latinoamérica. Por ejemplo, en junio de 2021, GEB anunció un acuerdo con la multinacional de energía con sede en Italia, Enel, para crear Enel Colombia, una subsidiaria que incluirá un valor patrimonial de 1.400 millones de dólares en activos de energía renovable ubicados en Colombia, Panamá, Costa Rica y Guatemala.
GEB está bien posicionada para hacer estos movimientos. Se destaca, dentro de otros servicios públicos colombianos, porque su estructura de accionistas, aunque Bogotá posee la mayoría de sus acciones (65,7%), cerca del 35% son de propiedad privada, le ayuda a estar por encima de la pelea política. Las utilidades netas de GEB aumentaron un 36% en 2020, y distribuirán 437 millones de pesos en dividendos este año. En una reciente entrevista en video con Strategy+Business, Ortega compartió sus pensamientos sobre el futuro del sector de la energía en Colombia, a medida que el país va más allá de la energía hidroeléctrica para adoptar otras energías renovables.
Strategy+Business: De cara a las próximas décadas, ¿cómo ve que su negocio se transforme para cumplir las necesidades de energía en Colombia y, más ampliamente, en Latinoamérica?
Ortega: La agenda del cambio climático y la transición de energía es fundamental para Colombia, un país donde el 70% de su electricidad ya viene de energías renovables [la mayoría de hidroeléctrica]. El gobierno de Colombia ha establecido una meta para reducir las emisiones netas de carbono en un 51% para 2030. Esta es una meta muy agresiva.
Al mismo tiempo, creo que no sería razonable que un país como Colombia se comprometa a cero emisiones netas durante los próximos diez a 20 años. Colombia contribuye con cerca de 92,5 millones de toneladas de carbono anualmente. La cifra total del mundo está cerca de 39 mil millones de toneladas, lo que significa que las emisiones de carbono representan el .25% de la participación global. Por lo tanto, si nos comprometemos con una estrategia de cero emisiones netas, esto dificultará la capacidad de Colombia para competir con otros países e impulsar su economía, especialmente porque el país tiene mucho potencial en gas.
Creo que hay argumentos muy sólidos para defender el gas como una fuente de energía de transición en Colombia. Puede apoyar el crecimiento y el empleo, y ayuda a Colombia a convertirse cada vez más en una economía competitiva. Si la industria de carga pesada, en particular, hace la transición [de petróleo] a gas, ayudaría a reducir partículas.
También creo que la decisión más sensible es cambiar los vehículos comerciales para que funcionen con electricidad. Creemos que este será uno de los grandes ganadores en los próximos 20 años. Hay una gran oportunidad en la región a medida que la infraestructura de transmisión, desde México hasta Chile, se integra para permitir una entrega de energía eléctrica más eficiente desde las plantas a los clientes. Colombia puede beneficiarse ampliamente de este proceso. Tenemos las compañías, los contratistas, las cadenas de valor y la experiencia para ayudar a generar redes de transmisión más resilientes en toda la región.
Hay importantes oportunidades de crecimiento en este asunto, y es por eso por lo que estamos invirtiendo en Perú, Brasil, Guatemala y Colombia, países donde tenemos una gran red de transmisión con miles de kilómetros de líneas en operación. Por ejemplo, en Perú somos líderes con ISA REP e ISA Transmantaro [compañías de transmisión de energía], y en Guatemala, estamos trabajando en un proyecto importante de transmisión de energía. Queremos posicionar a la compañía de forma que en el futuro podamos aprovechar al máximo esta infraestructura integrada y maximizar el crecimiento.
S+B: ¿Qué fuentes renovables jugarán un papel en la transición de energía en Colombia?
Ortega: Colombia tiene un enorme potencial de energía eólica y solar en La Guajira. [Ubicada en el extremo norte del país a lo largo del Mar Caribe, la región recibe abundante luz solar y su velocidad de viento promedio es más del doble del promedio mundial.] Vichada, en las llanuras orientales, tiene gran intensidad solar, y el sur Galerazamba, hacia el norte del país, también tiene vientos fuertes. También hay una oportunidad de energía biomasa. Colombia ya está tratando de convertir la caña de azúcar en una fuente de energía y pienso que puede producir energía a partir de emisiones de metano desde los vertederos.
No tengo dudas que el hidrógeno será una fuente viable de energía dentro de los próximos diez a 15 años. Estamos tratando de aprender de Chile sobre el potencial del hidrógeno. Chile ya tiene un exceso de energías renovables no convencionales en Atacama. También tienen una industria minera que demanda amoníaco y calor, y, en ese sentido, el hidrógeno les llega casi naturalmente.
En Colombia, el potencial del hidrógeno no es tan obvio. Para hacerlo viable, primero necesitamos energía disponible a muy bajo costo. Para eso, tenemos que expandir nuestros parques solares y eólicos en los próximos años. Necesitamos hacer cosas como actualizar nuestras tuberías de gas para asegurar que sean menos propensos a la corrosión. [El hidrógeno, a través de un proceso de deterioro llamado fragilización del hidrógeno, puede llevar a la corrosión y agrietamiento en metales.] No veo que esta transformación esté pasando ya. El costo de almacenar hidrógeno y de transportarlo lo ha dificultado. Sin embargo, ya se ven países como Alemania con vehículos y estaciones de hidrógeno. Y por esta razón creo que es una fuente de energía a la debemos prestar mucha atención. Debemos estudiar cómo llegar ahí.
Finalmente, nuestro reciente acuerdo con Enel nos permitirá tener una participación en el mercado de energía de fuentes renovables no convencionales. Una nueva compañía internacional se está formando a partir de la fusión de Emgesa, Codensa y Enel Green Power. La nueva compañía tendrá presencia en Colombia, Panamá, Costa Rica y Guatemala y tendrá una capacidad instalada de 5.470 megawatts en 2025, con un enfoque principal en energía renovable.
S+B: Además de invertir en energías renovables, ¿qué está haciendo GEB para reducir su impacto ambiental?
Ortega: El 60% de las emisiones de Colombia son producto de la deforestación, que, a su vez, viene de la agricultura, la ganadería y tipos similares de uso de la tierra. En lugar de enfocarnos en una estrategia de cero emisiones netas, una forma más eficiente de reducir nuestro impacto ambiental sería abordar la deforestación y la ganadería insostenible. Pienso que ahí es donde realmente está el problema.
Con esto en mente, la estrategia de nuestra compañía se basa en la restauración de bosques nativos. Ahora, no se trata de sembrar árboles. Lo que los biólogos nos recomiendan es enfocarnos en la recuperación de ecosistemas. Estamos utilizando nuestra infraestructura eléctrica y de gas para crear corredores que interconecten parques naturales y ecosistemas. De esta forma podemos expandir espacios que ayuden a preservar la biodiversidad y las especies nativas. Tenemos ejemplos exitosos de esto, específicamente en el sur de Colombia con la preservación de dos especies de fauna nativa: el tapir de la montaña y el oso de anteojos.
En otro ejemplo, desde el sur de Colombia, en Putumayo, nuestra sucursal local ha realizado un trabajo increíble restaurando toda la infraestructura que se destruyó en los deslizamientos que golpearon a Mocoa, capital de Putumayo, en 2017. Hemos aprendido a construir con muy poco impacto en la naturaleza. Ahora hacemos torres que son muy delgadas y altas. Se encuentran en áreas pequeñas y por lo tanto no nos exigen cortar una gran cantidad de árboles circundantes. Ya no utilizamos excavadoras para instalar cables. En su lugar, utilizamos drones y caminos muy pequeños.
S+B: ¿Cuáles cree que son los desafíos más grandes en la búsqueda de una estrategia de sostenibilidad?
Ortega: Muchos colombianos no entienden completamente la magnitud de las amenazas ambientales. Seguimos pensando que el cambio climático es un tema para que discutan otros. Pero ya estamos viendo fenómenos del cambio climático en Colombia, como El Niño, La Niña y las sequías prolongadas. Las proyecciones meteorológicas dicen que hasta un 30% del año, La Guajira podría tener temperaturas de 50 a 60 grados Celsius. Eso haría a la región inhabitable.
El mayor desafío que tenemos es la comunicación. Se han difundido historias falsas en redes sociales que debemos combatir, por ejemplo, que las vacas producen leche verde como consecuencia de estar cerca a nuestras torres, o que las torres han causado leucemia en niños. Esto hace que la gente crea que la infraestructura eléctrica es una amenaza para el ambiente y las comunidades, cuando en realidad les ayuda. Por ejemplo, cocinar con carbón y leña puede llevar a terribles enfermedades pulmonares.
Los hechos empíricos, desafortunadamente, no se están comunicando. Y es muy difícil para nosotros refutar estas ideas, para convencer a la gente de que esta infraestructura no es una amenaza. Enfrentamos un gran desafío en Colombia para ganar credibilidad y confianza de la gente. Pero es nuestro deber intentar ganar esa confianza. Y es, en parte, por eso que tenemos una estrategia para regenerar los ecosistemas. Creemos que podemos ayudar a construir relaciones con las comunidades. Mediante resultados positivos, podemos mostrarles que preservar la naturaleza es compatible con nuestra infraestructura.
S+B: ¿Qué cree que puede hacer el gobierno para ayudar?
Ortega: El gobierno debe ayudar abordando el problema de desinformación. Debería centrarse en la educación, asegurando que todos tengan un nivel básico de conocimiento sobre las amenazas del cambio climático.
“Es nuestro deber intentar ganar la confianza [de la gente]. Mediante resultados positivos, podemos mostrarles que preservar la naturaleza es compatible con nuestra infraestructura”.
También existe la necesidad de una mejor legislación que permita la transición de energía. Los impuestos al carbono son, en mi opinión, esenciales. Y debemos discutir, como sociedad, los costos de las externalidades. El impuesto promedio mundial de una tonelada de carbono está alrededor de 60 y 70 dólares. En Colombia, es sólo 5 dólares. Esto envía un mensaje débil. No podemos cambiar esto de la noche a la mañana, pero debemos tomar medidas para que la gente empiece a migrar desde el diésel, la gasolina y el carbón.
Esto puede hacerse gradualmente. Por ejemplo, creo que los propietarios de carros lujosos de tracción en las cuatro ruedas podrían pagar un impuesto al carbono que compense el impacto de sus vehículos. Cuando empiecen a ver cuánto cuesta poseer estos carros, empezarán a migrar a los vehículos eléctricos. Y en Colombia, también debemos tener una conversación sobre el tipo de vehículos eléctricos que tenemos. Mucho de lo que es llamado un híbrido en Colombia no es realmente híbrido. Son carros que tienen baterías en miniatura, la gente los compra para evitar las restricciones de circulación, como el pico y placa, que restringe el tráfico durante las horas pico en muchas ciudades colombianas.
Adicionalmente, los países que están implementando estas acciones, tomando medidas adecuadas, imponiendo impuestos y asumiendo todos los costos de protección del ambiente, deberían defenderse contra los países que no lo están haciendo y, por lo tanto, son competidores desleales. Por ejemplo, los Estados Unidos ya están pensando en hacer eso, al realizar algunas demandas a compañías extranjeras que quieren tener acceso a su mercado.
El gobierno y el sector de la energía deben pensar sobre qué pasará con ciertas industrias que desaparecerán, como la industria del carbón. Emplean mucha gente. Así que ¿cómo vamos a emplear a todos los que podrían quedarse sin trabajo en el futuro? Y ¿cómo vamos a abordar la infraestructura que se va a quedar obsoleta? Estos son debates muy incómodos y difíciles, pero son inminentes.
S+B: Para Colombia, específicamente, ¿qué inversiones del gobierno cree que tendrían el mayor impacto?
Ortega: Creemos que La Guajira merece una discusión nacional. Tenemos que entender cómo la economía local de la comunidad étnica Wayuu, que vive en La Guajira y es muy pobre y vulnerable, puede volverse viable.
Una cosa que podemos hacer es crear trabajos bien pagos durante 20, 30 o incluso 40 años. Y podemos generar investigación y desarrollo en una región que tiene un potencial inmenso si solamente se construye allí la infraestructura correcta. Para eso, sin embargo, debemos reconocer que por siglos esta región ha sufrido problemas complejos de delincuencia y una falta de presencia del estado.
Creo que compañías como las nuestras pueden ayudar presionando para que una parte importante de nuestros impuestos se combinen con programas de responsabilidad social. De esa forma podemos ayudar a transformar La Guajira,pero no podemos hacerlo solos. Necesitamos un estado que pueda proveer los servicios y beneficios que solamente los gobiernos pueden proveer. En particular, el estado debe fortalecer su sistema de justicia y su capacidad para realizar investigaciones penales.
S+B: ¿Cuál es el papel de la transformación digital en la evolución de GEB?
Ortega: Nuestra inversión en una agenda digital nos ha ayudado, particularmente con nuestros esfuerzos gerenciales, nuestra capacidad para entender que necesitamos y rastrear lo que está pasando. Por ejemplo, descubrimos que durante la pandemia hicimos grandes inversiones en equipo y tecnologías que estaban subutilizadas. También empezamos a incorporar la automatización.
Por supuesto, alguna gente se siente amenazada por la automatización. Se preocupan porque creen que serán irrelevantes o que perderán su empleo. Pero la automatización de hecho facilita el crecimiento. Nos permite reubicar a la gente en roles donde pueden ser realmente necesarios o donde pueden ser más productivos. Y los computadores no resolverán automáticamente los problemas de gestión. Idealmente, los sistemas automatizados facilitan la vida de la gente y permiten la rendición de cuentas. Pero todo esto requiere mayor apoyo de una organización sólida y madura. De otra forma, estos sistemas no prosperarán.
S+B:¿La digitalización cómo está habilitando las metas de sostenibilidad de su compañía?
Ortega: Colombia está debatiendo actualmente la introducción de AMI [infraestructura de medición avanzada], o medidores inteligentes, para el consumo de energía. Esta tecnología aún no está ampliamente disponible en países en desarrollo como Colombia porque es demasiado costosa. Pero a medida que el precio baje, los medidores inteligentes estarán disponibles y nos permitirán cobrar por la energía a un costo promedio en relación con un marco temporal. Por ejemplo, si desea hornear un pastel tarde en la noche cuando menos personas están consumiendo energía, va a pagar menos que si lo horneó en la hora de la cena. Nuestra capacidad de transición a carros eléctricos también depende de la facilidad de cargar los vehículos [a horas] cuando la energía es más barata. Con este sistema, la gente podría usar la energía 24 horas al día y de una manera mucho más eficiente.
Este tipo de innovación también puede ayudar a la gente a entender qué aparatos terminan siendo más costosos porque utilizan más energía. Por ejemplo, la gente se daría cuenta de cuánto cuesta tener un refrigerador viejo. Y, yendo más lejos, podríamos incluso ofrecer incentivos, como el crédito, para que la gente pueda reemplazar esos refrigeradores ineficientes. Al final, esa inversión se pagará por sí misma porque la gente ahorrará dinero en energía.
Obviamente, necesitamos manejar este tipo de datos con cuidado, y necesitamos tener reglas que protejan las identidades de los usuarios. Una vez que lo hagamos, ofrecer estos nuevos tipos de productos hará que la vida de las personas sea mucho más fácil y generará un enorme valor para ellas.
S+B: En términos de protección de datos, ¿qué medidas está tomando contra las amenazas cibernéticas?
Ortega: El año pasado tuvimos un ataque cibernético, aunque habíamos comprado todo el software de protección necesario para mitigar el riesgo de que nuestros empleados trabajaran desde casa. Sucedió mientras estábamos tratando de implementar nuestro nuevo sistema de defensa, y nuestro personal aún no estaba completamente capacitado. Identificaron el ataque un poco tarde. Afortunadamente, logramos defendernos apagando los servidores antes de que los atacantes accedieran a bases de datos confidenciales. Al final, tuvimos un problema operativo de sólo unas horas, pero esto fue una llamada de atención para nosotros ya que nos dimos cuenta de que era un intento de extorsión.
Después de ese ataque, nos hemos centrado en capacitar a nuestro personal contra las amenazas cibernéticas. Nos dimos cuenta de que no estaremos protegidos hasta que cada empleado esté capacitado, hasta que todos formen parte de la seguridad de nuestra compañía. La innovación digital también ha hecho que el sector eléctrico sea más vulnerable, como vimos en Ucrania en 2015, cuando los hackers rusos dejaron a millones sin energía durante más de 24 horas. Tiene que estar en la cima de la seguridad cibernética todos los días, y ser consciente de que debe hacer un esfuerzo adicional para proteger su compañía.