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Ningún dispositivo ejemplifica mejor nuestra dependencia de la tecnología que el siempre omnipresente smartphone. Pero, ¿qué pasaría si el cambio climático pusiera en peligro la disponibilidad de teléfonos inteligentes? Probablemente, te habrás dado cuenta de que, en los últimos años, han aumentado los desastres climáticos —incendios, inundaciones, sequías y tormentas—, que suponen una amenaza para los empleados y que afectan al funcionamiento de las empresas. De hecho, son cada vez más las compañías que reconocen los peligros de esta clase de fenómenos, aunque son relativamente pocas las que entienden las repercusiones que tienen en toda su cadena de valor o que saben qué hacer al respecto.
No se trata de poner el foco en fabricantes de smartphones, pues todas las empresas se enfrentan a los riesgos climáticos físicos. El Informe ‘Riesgos Globales 2022’ del Foro Económico Mundial, revela que los directivos de todo el mundo consideran que el clima extremo es el riesgo global más crítico para sus empresas en los próximos dos años. Sin embargo, solo el 40% de los máximos ejecutivos dicen haber tenido en cuenta el cambio climático en sus estrategias de gestión de riesgos.
Para poner de manifiesto la variedad de riesgos climáticos físicos a los que se enfrentan las empresas —y así poder buscar soluciones—, en PwC hemos realizado el ejercicio ficticio de analizar cómo podrían afectar en la fabricación y en la distribución de un producto indispensable. Para ello, hemos trazado la cadena de valor de un smartphone tipo y desgranado los riesgos climáticos físicos que afecta a cada eslabón. Centrarnos en detalle en el origen, la fabricación, el transporte y la distribución de un teléfono inteligente nos ha permitido ver los tipos de desafíos a los que se enfrentan las compañías.
Dos notas importantes: en primer lugar, aunque nuestro ejemplo del smartphone es imaginario, en el sentido de que no representa al funcionamiento de ninguna empresa concreta, todos los lugares que describimos son sitios reales donde se desarrollan estas actividades.
En segundo lugar, nuestro ejercicio se centra, sobre todo, en los riesgos climáticos físicos y en la necesidad de adaptarse al cambio climático, y no en las distintas e importantes medidas que las empresas pueden —y deben— realizar para mitigar el cambio climático. Esas iniciativas son vitales, pero no son el objetivo de este artículo.
Las cadenas de suministro globales de hoy en día son casos de estudio en cuanto a su complejidad, ya que las empresas pueden tener cientos, miles o incluso decenas de miles de proveedores, dependiendo del sector. En ese sentido, nuestro prototipo de cadena de valor de los teléfonos inteligentes está muy simplificado, ya que consta de 31 emplazamientos en 11 países y territorios distintos. No obstante, estas ubicaciones (que abarcan desde el abastecimiento hasta la distribución) ilustran de forma realista tanto la variedad de localizaciones de los fabricantes de smartphones como su sensibilidad a los siete riesgos climáticos que estudiamos: inundaciones, lluvias extremas, vientos extremos, calor intenso, granizo y tormentas eléctricas, sequías e incendios forestales.
Una cadena de valor teórica para un teléfono inteligente destaca dónde el riesgo climático físico podría interrumpir las operaciones.
Fuente: PwC Analysis
En todos los niveles de la cadena de valor, encontramos importantes indicios de riesgos climáticos físicos, sobre todo, en el escenario de calentamiento de cuatro grados planteado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), en el que se supone que se adoptan pocas o ninguna medida de mitigación. Sin embargo, es importante señalar que en los dos escenarios de calentamiento que hemos analizado (calentamiento de dos y cuatro grados, respectivamente), los peligros asociados al clima se vuelven más frecuentes y graves que en los actuales y, por tanto, amenazan la capacidad de nuestro fabricante ficticios de abastecerse, producir y distribuir su producto de forma fiable.
La amenaza procede, en última instancia, de dos fuentes principales: los efectos directos del propio peligro (por ejemplo, la inundación que deja fuera de combate una fábrica) y sus importantes efectos de segundo orden (la misma inundación destruye los puentes que conducen a la fábrica e inunda las viviendas de los trabajadores en toda la zona). Veamos cómo se desarrolla el riesgo en toda la cadena de valor de un teléfono inteligente.
Abastecimiento de materias primas. El punto de partida de nuestra cadena de valor es el abastecimiento de materias primas y la mina de oro de Australasia, que proporciona el mineral necesario para fabricar algunos de los conectores y distintos elementos que componen un smartphone. En 2030, en un escenario de calentamiento de dos grados, probablemente los trabajadores de la mina estarán expuestos a 262 días al año de calor excesivo, definido este como la temperatura WBGT —una medida ampliamente que tiene en cuenta la humedad, la velocidad del viento, el ángulo del sol y la radiación solar para proporcionar una percepción humana precisa— de 32º Celsius o más. En el escenario de calentamiento de cuatro grados, la mina experimentaría 353 días de alto WBGT al año. Esto aumentaría la probabilidad de enfermedades relacionadas con el calor, y potencialmente elevaría los costes de explotación de la mina al necesitar nuevas formas de enfriar y proteger la salud de los trabajadores.
Fabricación y montaje. En cuanto a la fabricación y el montaje de nuestro smartphone (el siguiente paso en la cadena de valor), los riesgos más notables eran el calor y las precipitaciones extremas. En un escenario de calentamiento de cuatro grados, un centro de fabricación en Japón se enfrenta a un aumento del 60% de los días con un alto WBGT, y un centro de montaje en el este de China se enfrenta, a un aumento del 26% en el número de los llamados eventos extremos de lluvia con periodo de retorno de 100 años, entre 2020 y 2050. El aumento de las inundaciones supone un riesgo obvio para esta planta, pero también amenaza a los habitantes de los alrededores; de hecho, algunas partes del Este de China ya han experimentado episodios de inundaciones con consecuencias mortales en los últimos años.
Transporte. Las condiciones de calor extremo podrían interrumpir las operaciones del puerto de Australasia, un lugar de tránsito clave en nuestra cadena de valor ficticia. En un escenario de cuatro grados es probable que el puerto sufra 116 días al año de altas temperaturas en 2050, cinco veces más que en 2020. Mientras tanto, el aeropuerto del sur de EE.UU. se enfrentaría a un aumento relativamente menor (28%), pero a un número aún mayor de días anuales de alto calor en 2050 (122 días al año). Las lluvias extremas y las inundaciones también podrían amenazar al principal puerto del Este de China. En un escenario de cuatro grados, el puerto se enfrenta a un incremento del 7% de eventos extremos de lluvia con periodo de retorno de 100 años entre 2020 y 2050.
Almacenamiento. Los incendios forestales provocados por la sequía son el riesgo más preocupante para el almacén de Sacramento, California, que hemos analizado. Según el Monitor de Sequía de EE.UU., el 97% de California se encuentra ya en estado de sequía severa, lo que aumenta e intensifica la temporada de incendios forestales en la zona. Un mayor calentamiento global empeoraría las cosas. En las zonas cercanas al almacén, un escenario de calentamiento de cuatro grados se traduciría en un aumento del 24% del número de incendios forestales anuales por kilómetro cuadrado, entre 2020 y 2050.
Distribución y comercialización. Por último, los vendavales suponen un riesgo para determinados centros de distribución y de comercialización, entre ellos uno en la costa del Golfo de Florida. Situado en una zona de alto riesgo de huracanes, este emplazamiento tiene un 1% de probabilidades al año de enfrentarse a una tormenta de categoría 2 (con vientos de más de 96 mph). En 2050, lo que está en juego será aún mayor, mantener las mismas probabilidades pero de sufrir tormentas de categoría 3, más letales, que suelen causar grandes daños y graves inundaciones costeras. El 1% de probabilidades del concepto de evento centenario puede parecer bajo, pero si consideramos un período de 100 años, la probabilidad equivale a un 63% de que ocurra al menos una vez. Y, por supuesto, el aumento de la velocidad del viento en una zona de tormentas ya existente, aumentará los impactos dañinos para las personas y las empresas de toda la zona.
Si crees que ninguno de los ejemplos de riesgo climático físico parece lo suficientemente importante como para causar un daño económico permanente, o la interrupción de la cadena de valor a nuestro fabricante ficticio de smartphones, probablemente tengas razón, pero te estás perdiendo la fotografía general. Recuerda que los daños causados por los peligros climáticos son globales y aumentan continuamente: las pérdidas aseguradas por catástrofes naturales crecieron hasta los 111,000 millones de dólares en 2021 (desde los 90,000 millones de dólares en 2020), continuando una tendencia de incremento anual del 5% al 7% en las pérdidas observadas en las últimas décadas. Y esto es solo lo que está asegurado. Según distintas estimaciones, tres cuartas partes de las pérdidas potenciales del mundo por catástrofes naturales están infraseguradas. Es posible que todas las empresas estén expuestas a estos riesgos en algún punto de su cadena de valor.
Además, ninguna de las estadísticas anteriores tiene en cuenta el importante impacto de segundo orden de los peligros climáticos. Consideremos las noticias recientes de la provincia china de Sichuan, que describen cómo una sequía sin precedentes ha limitado la producción de energía hidroeléctrica. En respuesta, algunos gobiernos locales obligaron a cortar la energía a la industria local para dar prioridad a las necesidades de los hogares. Las zonas afectadas son responsables de alrededor del 6% de la producción industrial de China (una cifra que incluye a los proveedores de smartphones que se encuentran en la región).
Aunque los riesgos climáticos físicos son desesperantes, su propia especificidad ofrece a los empresarios un punto de partida tangible. No hay nada teórico o académico en una planta de producción inundada o en un almacén destruido por los incendios forestales. Por tanto, el punto de partida es conocer los lugares físicos de la cadena de valor que sean susceptibles de sufrir amenazas, incluidas las oficinas u otros lugares en los que los empleados se verían afectados. ¿Dónde están los posibles cuellos de botella? Recuerda: los efectos de segundo orden de los peligros climáticos también son perjudiciales. Por ejemplo, si una instalación esencial está a salvo de las inundaciones, pero sus infraestructuras y enlaces de transporte cercanos no lo están, entonces la instalación se cerrará de todos modos cuando las aguas suban.
¿En qué momento el riesgo es demasiado alto? ¿Qué hacemos para asegurarnos de que nuestros trabajadores —y las comunidades en las que viven— no sean descuidados? Estas consideraciones, y otras similares, no se van a resolver de golpe, pero gestionar las complicaciones del riesgo climático físico va a ser simplemente parte de nuestro trabajo. Lo bueno es que aún hay tiempo para prepararse, pero sólo si se empieza ahora.
Dora Orizabal
Socia Líder Regional de Assurance, PwC Interaméricas
Francisco Barrios
Socio Líder de Impuestos, Legal y BPO, PwC Interaméricas
Ignacio Pérez Rubio
Socio Líder de Consultoría, PwC Interaméricas
Luis Garrido
Socio de Capital Humano y Líder de Diversidad e Inclusión, PwC Interaméricas