Introducción
Los impuestos ambientales se abren paso para proteger el medio ambiente. Los impuestos ambientales son aquellos destinados a gravar los comportamientos nocivos para la salud del planeta. En este contexto poner un precio a las emisiones de carbono podría ayudar a mitigar el cambio climático y conducir a un planeta más sostenible para las generaciones futuras. Los impuestos al carbono y los créditos de carbono son dos de los métodos más debatidos para hacer esto, pero varían en su metodología; ambas figuras son controvertidas y pueden ser difíciles de implementar. Pero el mundo de los negocios ha ideado algunas formas ingeniosas de introducir impuestos, y hay muchas razones para ser optimistas sobre la rapidez con la que se podría hacer una transición a formas de energía más limpias. En este artículo discutimos las preocupaciones clave sobre los planes de emisiones cero y qué acciones se pueden tomar para acelerar la transición ecológica.
Ante una crisis energética mundial, se vislumbran nuevos incentivos para reducir el consumo de carbono y las empresas deben estar preparadas para lo que se avecina.
Precios y mercados de carbono: ¿Qué? ¿Por qué? y ¿Cómo ayudan?
Un mercado de carbono se circunscribe a cualquier sistema comercial a través del cual países, empresas, personas y otras entidades pueden comprar o vender unidades de emisiones de gases de efecto invernadero para cumplir con sus límites de emisiones obligatorios o voluntarios. La compensación de carbono, el proceso mediante el cual las entidades contabilizan las emisiones mediante la compra de reducciones calculadas y verificadas por terceros en otros lugares, es fundamental para el funcionamiento de los mercados de carbono y el comercio de créditos. Los precios al carbono, los impuestos y los incentivos fiscales ecológicos influyen cada vez más en las decisiones que toman las empresas, ya sea que se apliquen directamente o a través de mercados de carbono.
Es de esperar que un cambio en el precio de un artículo, genere un cambio en el comportamiento sobre la producción o el consumo del mismo. Por tanto, con la fijación de un precio para el carbono, se busca una mejor asignación de recursos y transferir esa carga de obligación a las personas que están causando el problema.
Este mecanismo crea impactos económicos al hacer que quien contamina pague, pero también crea un incentivo a cambiar a formas de producción más limpias, y por lo tanto modificar las tendencias del consumo de energía y materias primas. Un precio al carbono crearía incentivos para ajustar nuestro comportamiento.
Los mercados de carbono pueden operar de diversas formas; por ejemplo a través de impuestos al carbono, sistemas de comercio de emisiones o a través de compensaciones de carbono.
En el caso de un impuesto al carbono, el gobierno determina la tarifa a aplicar sobre las emisiones de toneladas equivalentes de carbono y permite recolectar ingresos por impuestos que luego pueden ser usados por los países para apoyar en sus iniciativas contra el cambio climático. En el caso de sistemas de comercio de emisiones, el gobierno fija la cantidad de carbono a comerciar y el mercado determina el precio. En el caso de las compensaciones de carbono, se recompensa en forma de créditos de carbono si se realizan actividades “limpias”.
Impuestos al carbono: ¿Única solución? ¿Cuáles son los riesgos y preocupaciones?
Los impuestos al carbono, son una forma de tarificación del carbono, buscan resolver este problema y hacer que los emisores paguen por sus emisiones de carbono.
Hay una tendencia a pensar en los impuestos al carbono como la única solución inmediata para resolver el cambio climático. Si bien es un ingrediente muy importante y es una forma de ayudar al mercado a llegar al lugar correcto, existen otras aristas que se deben tener en cuenta.
Los impuestos al carbono tienen que ser fijados de forma tal de que los países avancen en una ruta de transición verde y una economía robusta, mitigando los riesgos del cambio climático; pero esta transición también debe ser justa y equitativa. Si esto no se prioriza al momento de fijarlos, podríamos encontrarnos con impuestos regresivos. De esta forma, los gobiernos deben utilizar los ingresos fiscales para apoyar a los sectores más vulnerables y expuestos al cambio climático.
Adicionalmente, no se puede dejar de lado el riesgo de fuga de carbono. En un mundo donde los diferentes países tienen diferentes velocidades en términos de ambiciones y acciones climáticas, existen diferencias y distinciones. Esto hace que las empresas en algunos países estén sujetas a regulaciones ambientales más estrictas, creando posibles problemas de competitividad. Este modelo podría crear incentivos para que las Compañías de un país subcontraten la producción de actividades intensivas en energía y emisiones a países donde las regulaciones ambientales no son muy estrictas, trasladando el problema a otra parte, sin deshacerse de las emisiones.
Implementación de políticas: ¿Hacia dónde vamos?
Actualmente existe un avance significativo en términos de capacidad para transicionar a formas de energía más limpias y existe un fuerte incentivo para mejorar infraestructuras, hogares, edificios y vehículos que sean más eficientes energéticamente. Las empresas y estados ya no ven la cooperación como una mejora en la reputación, sino como una mejora para sus economías.
Actualmente hay alrededor de 68 iniciativas de fijación de precios de carbono a nivel mundial, y eso incluye 46 países y 36 jurisdicciones subnacionales y subregionales. Adicionalmente programas como el Fit for 55 de la UE o convenciones como la COP 27 se han comprometido con un conjunto de propuestas encaminadas a revisar y actualizar las legislaciones y poner en marcha nuevas iniciativas con el fin de garantizar que las políticas se ajusten con objetivos climáticos.
Cabe destacar que en la región de Centroamérica y República Dominicana, aún no se observan políticas públicas en materia de impuestos al carbono que hayan sido implementadas o bien articuladas con estrategias sostenibles de país.
El ritmo del cambio realmente necesita acelerarse ya que los datos actuales muestran que todavía queda mucha trayectoria para alcanzar una descarbonización neta cero. Hoy en día solo el 25% de las emisiones globales tienen un precio de carbono, por tanto todavía queda bastante trabajo por hacer a efectos de incorporar una fijación de precios del carbono en la economía global.
En virtud de lo anterior, el papel de los gobiernos será clave para el diseño de los impuestos al carbono, los sistemas de comercio de emisiones y cómo esas políticas se extenderán gradualmente a diferentes sectores de la economía. Las políticas deben estar bien diseñadas y consultadas para que no tengan consecuencias no deseadas; deben tener un horizonte político claro y deben ser razonablemente equitativas y justas para no crear distorsiones en el mercado.
A nivel corporativo, las empresas deben mantenerse al tanto de estos desarrollos y planificarse de antemano, especialmente si operan en múltiples jurisdicciones. Al igual que con los impuestos regulares, se deben tomar decisiones estratégicas tanto operativas como de asignación de capital a largo plazo, para minimizar el impacto de los mismos en el negocio.
¿Será posible que algún día las emisiones de carbono sean una base imponible más relevante que las utilidades o la mano de obra? No lo sabemos aún, pero podríamos prever que aquellas empresas que hayan avanzado más en su proceso de transformación hacia un modelo de negocio sostenible, reduciendo sus emisiones, estarán en mejor posición para mitigar los posibles impactos de impuestos al carbono o al combustible y estar en una posición de ventaja competitiva, frente a aquellas que aún no han iniciado su viaje hacia la sostenibilidad.
Autora: Laura Roquicholi, Tax & Legal Services-Transfer Pricing Senior Manager, PwC Panamá